“Lo que LABITCONF me confirmó sobre el futuro de la propiedad intelectual”
- belen914
- 14 nov
- 3 Min. de lectura
*Por Agustín Rizzo

Cada año, LABITCONF se convierte en una suerte de espejo del tiempo: muestra con claridad hacia dónde se orienta la tecnología y, al mismo tiempo, refleja cómo se están desmoronando ciertos paradigmas que dábamos por naturales. Este año, ese espejo me devolvió una certeza: la propiedad intelectual —al menos en su versión clásica— está perdiendo vigencia frente a la economía digital. Y no se trata de una crisis, sino de una mutación.
Durante décadas, el sistema de propiedad intelectual se construyó sobre la lógica de la escasez. Proteger significaba impedir el uso no autorizado. La copia era cara, la distribución lenta, y la autoría —individual, casi artesanal— podía rastrearse con facilidad. Era el tiempo de la revolución industrial, donde los bienes
eran tangibles y el derecho de autor, una muralla eficaz para preservar la exclusividad.
Pero hoy habitamos otro paisaje. La creación se volvió colectiva, la obra se transforma en derivada, y la copia tiene un costo prácticamente nulo. En un entorno donde el contenido se multiplica sin fricción y los límites entre autor y público se diluyen, perseguir cada infracción resulta inútil y excesivamente costoso.
La economía digital no se alimenta de la escasez, sino de la atención. En este nuevo régimen, lo valioso no es impedir el uso, sino lograr que una creación circule, que se mantenga viva en la conversación digital. Un creador que no publica, que no comparte, que no permite que su obra se mezcle y se reinterprete, se vuelve invisible. Su trabajo puede estar jurídicamente blindado, pero simbólicamente muerto.
Paradójicamente, el exceso de protección puede matar la relevancia. El desafío ya no está en prohibir, sino en gestionar inteligentemente la exposición: construir comunidad, marca personal y presencia digital. La monetización, directa o indirecta, emerge como consecuencia de esa circulación.
En este contexto, la tecnología blockchain ofrece una vía intermedia entre el control absoluto y la anarquía del remix. No se trata de un “salvavidas” para la propiedad intelectual, sino de un nuevo entorno para repensarla. La Web3 introduce la posibilidad de registrar, rastrear y monetizar las creaciones sin depender de intermediarios.
Un músico puede hoy publicar su obra, garantizar su autoría y recibir pagos automáticos en su wallet cada vez que su canción se usa, se remezcla o se escucha. Un diseñador puede licenciar su trabajo globalmente sin ceder el control a una plataforma. Un escritor puede tokenizar su texto y compartir sus beneficios con su comunidad de lectores.
La blockchain hace por la autoría y la monetización de la creatividad lo mismo que Internet hizo por la distribución y la comunicación: democratiza el acceso, reduce los costos y descentraliza el poder. Pero también obliga a repensar el papel del derecho.
Desde mi práctica profesional, insisto cada vez más en algo que muchos emprendedores suelen relegar: la gestión temprana de los activos intangibles. Registrar una marca, proteger un diseño o definir un acuerdo de licencia no son trámites burocráticos; son estrategias para construir valor. No necesariamente para impedir que otros usen la creación, sino para tener herramientas que permitan franquiciar, licenciar o atraer inversión.
Un proyecto con sus activos protegidos, documentados y bien estructurados tiene una base sólida para escalar. Y ese es, justamente, el nuevo sentido de la propiedad intelectual: no el de levantar muros, sino el de trazar mapas de crecimiento.
En un entorno donde todo puede copiarse, lo que realmente importa es lo que no
puede replicarse: la comunidad, la coherencia, la visión. La propiedad intelectual del siglo XXI ya no es un candado; es un lenguaje para negociar confianza y legitimidad en la economía de la atención.
Quizás haya llegado el momento de aceptar que proteger ya no significa encerrar, sino potenciar. Y que el verdadero derecho de autor del futuro será el de seguir siendo parte de la conversación.

Abogado, Magíster en Derecho y Economía (UTDT) y agente de la Propiedad Intelectuales, Agustín Rizzo es socio y fundador de Rock N Law, consultora especializada en propiedad intelectual y en emprendedurismo.









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