Como por arte Delbarba
- VERBO
- 17 jun 2020
- 6 Min. de lectura
Cambiar de profesión y emprender en plena pandemia: se puede. Marcelo Delbarba nos cuenta cómo es.
A simple vista cuesta ver qué podrían llegar a tener en común un desarrollador inmobiliario, un publicista, un productor de cine, un fabricante de anteojos exóticos y un entusiasta del vino. Un rato de conversación con Marcelo Delbarba bastan para encontrar ese hilo conductor increíble.
“No sé si estoy orgulloso de ser un eterno inconformista. Creo que, más bien, es el combustible que tengo que aprender a regular, aunque siempre tengo en mi cabeza que todo se puede mejorar”. Así se define este ejecutivo con más de 30 años de carrera publicitaria. Resalta que la clave para sostenerse tantos años en un altísimo nivel de productividad es estar atento a los mensajes que pasa el cuerpo para frenar antes de tiempo y evitar quemarse. Al mismo tiempo, destaca que el mindset que uno crea, es vital: “Creo que tiene que ver con cómo uno se toma las cosas. Yo siempre que acepté un laburo, no lo viví como un trabajo. Si no que lo viví con disfrute y sintiéndolo como algo propio, sintiéndome parte de eso”.
Ya en tercer año del secundario, a fines de la década del 80, decía que quería dedicarse a la publicidad. “Me respondían que quería ser modelo y yo trataba de hacerles entender que mi búsqueda era por el lado de la persuasión, el diálogo y la comunicación. Era una época en la que no existía la publicidad y había muy poca oferta. Así que me metí a estudiar periodismo, porque me interesaba cómo poder transmitir información sin modificarla, contar la verdad”. Mientras estudiaba, trabajaba en Radio Rivadavia como una especie de productor, generando una relación con posibles entrevistados y luego gestionando las entrevistas, entre las que recuerda una a Bilardo desde Inglaterra.
“Un día levanté campamento y me fui a vivir a Australia por unos 3 años, a perfeccionar mi inglés y trabajar. Cuando volví, retomé la facultad y empecé a trabajar en una agencia llamada Lautrec, Saatchi & Saatchi. Fue una parte de mi historia súper nutritiva y alegre, tenía la camiseta tatuada. La creatividad era la cosa más buscada. Ahí estuve 4 maravillosos años” relata.
De allí saltó a Verdino Bates, donde trabajó junto a Ramiro Agulla y Carlos Baccetti, la dupla más exitosa de la publicidad argentina: “Laburar con ellos era asegurarte que en tu CV ibas a tener la oportunidad de trabajar con dos genios, aunque esa genialidad tuviera sus riesgos y su exigencia”.
Luego tocó volver a Lautrec Nazca Saatchi & Saatchi, como Director de la cuenta de Toyota, donde encabezó la instalación de la automotriz japonesa en la Argentina cuando la planta de Zárate todavía no existía. “En el medio de eso, una agencia internacional compra Lautrec y a mí me ofrecen trabajar en la rama Argentina de Saatchi, en lo que era su primera agencia 100% propia a nivel local. Me sumé desde el inicio del proyecto, que incluyó sumar a la gente de Bates (i.e. donde había trabajado con Agulla y Baccetti) y Nazca. Se sumó como Presidente Pablo Del Campo y lanzamos la agencia en el país con la dupla creativa de Hernán Jáuregui y Pablo Batllé, y Toyota como una de las principales cuentas, que decidió quedarse con nosotros” relata.
El siguiente paso, dos años después de fundar Saatchi, fue como Director General de FCB Global, que venía de trabajar con Telefónica. “Allí sumamos a Telecom como cliente y lanzamos el mensaje de texto… corría el año 2.000”.
Luego de 5 años saltó a Grey Group, donde estuvo otros 5 años: “tuve la experiencia más compleja de mi carrera, a tal punto que éste fue mi primer quiebre en el mundo publicitario” recuerda.
El cambio de carrera fue rotundo: “salté a la industria audiovisual, con la idea de revolucionar el cine argentino”. Entró como Productor Ejecutivo, sumando inversiones a las películas y llegó a producir la película “Paco”, dirigida por Diego Rafecas y protagonizada por Tomás Fonzi, Norma Aleandro, Luis Luque, Esther Goris, Romina Ricci, Sofía Gala Castiglione y Juan Palomino. “Luego armé una comedia con Nacha, Moria y Pinti. Recuerdo que Pinti me dijo “Nene, ¿vos estás seguro que la querés hacer? Hacer llorar es fácil, porque todos lloran más o menos por lo mismo, pero hacer reír es más difícil, porque cada uno se ríe de lo que quiere”. Y no se equivocó: nos fue pésimamente mal” recuerda de su paso, intenso pero fugaz, por el cine argentino.
Poco a poco, casi sin darse cuenta, empezó a volver a la publicidad. Decidió fundar Yeah, su propia agencia, trabajando con marcas como Goodyear, marcas de Coca Cola en México, BGH, ZTE y Kodak. Delbarba lo sintetizó del siguiente modo: “Mucho laburo, pero no terminó de funcionar la química entre mi socio y yo, entonces nos costaba ponernos de acuerdo en algunas cosas”.
“Justo cuando estaba por salirme y abrir mi agencia por mi cuenta, me cae por LinkedIn un pedido de entrevista, de parte de un headhunter inglés que vió mi perfil. Estuve con dos o tres meses de entrevistas, hasta que me contratan como CEO para el grupo japonés Dentsu Aegis Network, quienes habían tomado la cuenta de Toyota cuando abandonó Saatchi por el 2000”, recuerda mientras destaca que ese fue el momento en el que toda su experiencia laboral tuvo sentido. “Incluso, fue la gente de Toyota con la que había laburado 15 años antes, la que avaló mi ingreso”. Las vueltas de la vida, ¿vió?.
“Luego de 3 años en Dentsu y 4 meses sabáticos en el medio, volví a trabajar desde el lado de la consultoría. Pero lentamente empezó a aparecer algo de insatisfacción. No me terminaba de llenar. Sentía que había un fuego que se había apagado. Ahí me dí cuenta que necesitaba redefinirme, porque ya me veía volviendo a repetir el ciclo con agencias y clientes, y sentía la necesidad de salirme de ese camino”.
Fue cuando empezó contar lo que le estaba pasando, con esas ganas de desarrollar algo nuevo, que se encontró hablando con un amigo, el cual le contó que su novia y el hermano estaban trabajando en un proyecto de óptica y producción de anteojos que no podía terminar de arrancar. “Así que me metí en el negocio y comenzamos a trabajar en un plan de negocios consistente que empezó a funcionar y generar crecimiento” retrata.
Así surgió The Goodlooking Factory, empresa 100% nacional con tecnología internacional, dedicada a la fabricación de armazones de diseño, en acetato de primera calidad para anteojos de receta y sol.
“Me dí cuenta que ahí empezó a confluir todo: el diseño, el desarrollo, el management, la publicidad. Todo lo que pasé años perfeccionándome, de repente tenía sentido en The Goodlooking Factory”, nos cuenta sobre lo que es un claro ejemplo de serendipia.
“Arrancamos en Febrero de este año y, en el medio de toda la etapa de networking e investigación de mercado, cerramos nuestras primeras dos operaciones por 600 piezas” repasa sobre el inicio prometedor de la empresa.
“Y entonces vino la pandemia”.
“Tuvimos que cerrar y empezar a adaptarnos a los cambios, lo que me hizo revivir mucho de lo que fue mi carrera profesional, siendo un “piloto de tormentas””.
“Luego de dos meses empezó la reapertura progresiva de nuestro sector y empezamos a trabajar, primero mi socia y yo sólos, y luego cada vez más. Poco a poco, empezaron a aparecer los pedidos, y empezamos a crecer sostenidamente trabajando sobre la base de acuerdos colaborativos con algunas ópticas. Y apareció una empresa empezó a pedirnos de 300 o 500 unidades -que no tenemos idea cómo vamos a llegar a producir, pero eso es otra historia-”.
Para esta altura del relato, el entusiasmo se hace inocultable. “Hoy estamos trabajando en forma sostenida, con una producción pequeña, pero creciendo poco a poco. Todo lo que ganamos se reinvierte en el negocio”, cierra.
“Cuando mirás para atrás te das cuenta que de todo lo que hiciste, de ese blend profesional que armaste, te sirve todo", reflexiona.
Sin dudas, la vida profesional de Marcelo parece un testimonio de aquello que decía Steve Jobs: “en la vida, los puntos sólo se conectan mirando hacia atrás”.
Como si fuera por arte de magia.
O por arte Delbarba.
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